Barcelona

Barcelona, una ciudad de vanguardia

Desde sus orígenes, y a lo largo de los siglos, Barcelona siempre ha acogido grandes acontecimientos artísticos, culturales y sociales que han transformado y definido el carácter y la personalidad heterogénea de la ciudad y sus habitantes.

 

Gracias a esta naturaleza innovadora y creativa –que ha seducido a grandes artistas, arquitectos e intelectuales–, Barcelona se ha convertido en una de las metrópolis más dinámicas y cosmopolitas de Europa, así como en uno de los principales centros de difusión de la cultura mediterránea.

 

Numerosos libros de Barcelona han profundizado en su historia, su arquitectura y el patrimonio cultural que ha adquirido a lo largo de su historia.

El casco antiguo de Barcelona

El origen de Barcelona se remonta al año 10 a. C., cuando el emperador romano Octavio Augusto fundó la colonia de Barcino en el monte Táber, un cerro situado en una fértil llanura delimitada por el mar Mediterráneo, la sierra de Collserola y los ríos Llobregat y Besòs.

 

A pesar de ubicarse entre dos ciudades más importantes como Tarraco (Tarragona) y Emporiae (Ampurias), la colonia se convirtió en un enclave estratégico debido a sus buenas conexiones marítimas y terrestres, de forma que se reforzaron sus murallas para afianzar su posición y repeler posibles ataques.

 

Sin embargo, esta fortificación no evitó que, tras la descomposición del Imperio romano, la ciudad fuera invadida por los visigodos, los musulmanes y, por último, los francos, que en el siglo IX instauraron la dinastía condal de Barcelona.

 

Gracias a una inteligente política de alianzas, en la Edad Media la ciudad se convirtió en la capital de la Corona de Aragón y experimentó un gran crecimiento económico que tuvo su reflejo en la construcción de numerosos edificios civiles y religiosos en la trama delimitada por las murallas.

 

En la actualidad, este casco antiguo está englobado en el distrito de Ciutat Vella, que en su barrio gótico –además de destacar por su patrimonio arquitectónico– alberga una bulliciosa actividad comercial y cultural que remite a su vitalidad medieval.

 

La ciudad marítima

Puerto de Barcelona zona marítima Maremagnum

 

Barcelona ha estado íntimamente vinculada al mar desde sus orígenes, un rasgo que ha contribuido de forma decisiva a forjar su carácter cosmopolita y dinámico. Esta vocación marítima se inició con la llegada de los romanos, que rápidamente incorporaron la colonia de Barcino a su extensa red comercial del Mediterráneo; aunque fue con la constitución de la Corona de Aragón cuando la ciudad se consolidó como una gran potencia de ultramar, capaz de competir con capitales como Génova y Venecia.

 

Sin embargo, a pesar de la frenética actividad náutica, la presencia de las murallas medievales y de las instalaciones portuarias impidió durante siglos que los ciudadanos se relacionaran de forma libre con la costa. La celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 puso fin a este problema, al conllevar una reforma profunda que supuso la integración de la costa en la trama urbana.

 

Con la regeneración de las playas y la construcción de nuevos equipamientos como el Puerto Olímpico y el Maremagnum, entre otras iniciativas, Barcelona se ha abierto más que nunca al mar, convirtiendo su franja litoral en un espacio de uso público muy apreciado que, al mismo tiempo, constituye la puerta de entrada de millones de visitantes que van a visitar Barcelona seducidos por su espíritu mediterráneo.

 

La arquitectura modernista en Barcelona

Escalera del Palacio Montaner de Barcelona

Vestíbulo del Palacio Montaner, construido por Lluís Domènech i Montaner

 

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, en diversos países europeos se desarrolló de forma simultánea una nueva corriente artística que se caracterizó por la riqueza ornamental, el dinamismo, el predominio de las líneas curvas, el gusto por la asimetría y la admiración por el mundo natural.

 

En Cataluña, esta tendencia recibió el nombre de modernismo y tuvo una gran acogida en Barcelona, una ciudad inmersa en una fase de florecimiento económico, cultural y urbanístico que tuvo sus orígenes en la Revolución Industrial y que culminó con la celebración de la primera Exposición Universal de España en 1888.

 

Aglutinadora de todas las artes, la arquitectura modernista de Barcelona se convirtió en uno de los principales signos de estatus social de la burguesía, que –con el objetivo de escenificar su pujanza y sus ansias de renovación– impulsó la construcción de grandes proyectos, la mayoría de ellos concentrados en el barrio del Ensanche.

 

Con el apoyo de las clases adineradas, arquitectos como Antoni Gaudí, Josep Puig i Cadafalch, Lluís Domènech i Montaner y Enric Sagnier, entre otros, dieron rienda suelta a su imaginación para diseñar equipamientos y edificios de viviendas que, además de alterar radicalmente el aspecto de la trama urbana, se convirtieron en iconos del modernismo de la Barcelona más creativa.

Barcelona posee numerosos museos y monumentos donde el arte y la arquitectura modernista comparten protagonismo con las obras y los artistas más vanguardistas.

 

Barcelona, la ciudad de Gaudí

Fachada principal de La Pedrera de Antoni Gaudí

La Pedrera, situada en el Paseo de Gracia, es uno de los iconos de Gaudí

 

Nacido en 1852 en Reus (Tarragona), Antoni Gaudí i Cornet es indisociable de Barcelona, ciudad en la cual desarrolló la mayor parte de su trayectoria profesional. Contemporáneo de grandes nombres del modernismo catalán como Lluís Domènech i Montaner, el arquitecto partió del historicismo predominante en la época para evolucionar hacia un estilo propio, inspirado en las formas de la naturaleza y cargado de simbolismo.

 

Dentro de las primeras obras de Gaudí en Barcelona figuran la Casa Vicens, la Finca Güell, el Palacio Güell, el Colegio de las Teresianas, la Casa Calvet y la Torre Bellesguard, edificios en los que Gaudí combinó elementos de la arquitectura medieval y oriental con rasgos modernistas. A la segunda etapa, considerada de madurez creativa, pertenecen el Park Güell, la Casa Batlló y La Pedrera (también llamada Casa Milá), proyectos muy personales que destacan por sus revolucionarias soluciones constructivas y su diseño orgánico.

 

Sin embargo, la obra que resume el universo simbólico y artístico de Gaudí es la Sagrada Familia, a la cual dedicó 43 años de su vida, desde 1883 hasta 1926, cuando falleció tras ser atropellado por un tranvía. Despreciado tras su muerte por las nuevas corrientes culturales, con el tiempo el arquitecto ha recibido el reconocimiento internacional, al mismo tiempo que se ha convertido en el gran icono de Barcelona.

 

La montaña de Montjuïc

MNAC Museo Nacional de Arte de Cataluña Barcelona

El Palacio Nacional, sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña

 

Barcelona ha mantenido a lo largo de su historia una compleja relación con Montjuïc, pasando de la dependencia al rechazo en función de los distintos usos que ha tenido. Antes de la llegada de los romanos, la montaña albergó un importante asentamiento íbero que probablemente estableció relaciones comerciales con griegos y fenicios.

 

Con la fundación de Barcino, Montjuïc se despobló de forma paulatina, al mismo tiempo que proporcionó la piedra con la que se construyeron las murallas y casas de la colonia romana.

 

Durante la Edad Media, la montaña añadió a su condición de cantera las funciones de espacio agrícola y necrópolis judía –probable origen de su nombre–, mientras que en el siglo XVII se militarizó con la construcción de un castillo que durante diversas etapas de convulsión social fue utilizado para bombardear la ciudad y encarcelar a disidentes.

 

Debido a su uso represor, los barceloneses se alejaron progresivamente de Montjuïc, que no inició su reconversión como un lugar de participación ciudadana hasta 1929, cuando albergó los equipamientos de la Exposición Internacional.

 

La celebración de los Juegos Olímpicos dio el impulso definitivo a la transformación de la montaña, consolidada como un atractivo espacio de zonas verdes, equipamientos culturales e instalaciones deportivas.

 

El Tibidabo y la zona alta de Barcelona

Templo del Sagrada Corazón Tibidabo Barcelona

El templo del Sagrada Corazón corona la montaña del Tibidabo

 

Situada entre los ríos Besòs y Llobregat y con la montaña del Tibidabo como punto de referencia, la sierra de Collserola funciona como una gran frontera natural entre Barcelona y parte de su extensa área metropolitana, limitando el crecimiento urbano y actuando como pulmón verde.

 

El sector de la ciudad más cercano a esta cordillera es conocido por los barceloneses como la zona alta, una denominación que engloba un conjunto heterogéneo de barrios, muchos de los cuales fueron municipios independientes hasta principios del siglo XX.

 

A pesar de haber sido absorbidos por Barcelona, distritos como Les Corts y Sarrià-Sant Gervasi conservan parte de su personalidad, con un perfil urbano propio que delata tanto su pasado rural como su tradicional condición de destino de la alta burguesía de la ciudad –que, como sucedió en el Ensanche, entre los siglos XIX y XX impulsó numerosas construcciones de estilo modernista–.

 

A su carácter eminentemente residencial, la zona alta también suma importantes funciones económicas y sociales, ya que en torno a la avenida Diagonal se concentra el poder financiero de la ciudad, así como los principales equipamientos universitarios, mientras que las abundantes zonas verdes son el foco de todo tipo de actividades recreativas.

 

La nueva Barcelona

Torre Agbar Museo del Diseño Barcelona

 

Gracias a la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona pudo acometer el proyecto de renovación más importante desde el derribo de las murallas medievales y la creación del Ensanche, con intervenciones urbanísticas de gran trascendencia como la regeneración del frente marítimo y la construcción de infraestructuras de alcance metropolitano.

 

Tras este proceso de modernización, Barcelona pudo resituarse en el panorama internacional, consolidándose como una metrópoli dinámica y atractiva, capaz de aunar la tradición con la creación contemporánea.

 

Con el objetivo de mantener el posicionamiento de su marca, la ciudad no ha dejado de transformarse desde la cita olímpica, ya sea aprovechando la celebración de grandes acontecimientos de vocación mundial –como el Fórum Universal de las Culturas de 2004, que permitió completar la regeneración del litoral– o bien impulsando planes urbanísticos como el 22@, que transformó un barrio industrial obsoleto en un distrito tecnológico.

 

Estas reformas no sólo han actualizado el perfil de la ciudad, sino que también han propiciado que Barcelona, como ya sucedió durante la eclosión del modernismo, se relacione con la vanguardia artística a través de innovadores proyectos firmados por los arquitectos más prestigiosos.

 

La Torre Agbar es uno de los símbolos de la arquitectura moderna de Barcelona, que ha trazado un nuevo perfil urbanístico en la ciudad.

 

El libro sobre Barcelona para explorar todos sus rincones

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