Picasso

Las obras de su vida

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Sobre el libro Picasso, las obras de su vida

Este libro profundiza en detalle en las obras que Picasso realizó a lo largo de su vida, recorriendo cada una de sus etapas creativas. A través de sus páginas se puede conocer la historia de los cuadros más importantes de Picasso y descubrir qué acontecimientos influyeron en la evolución estilística del pintor, considerado uno de los referentes ineludibles del arte contemporáneo.

Dividido en ocho capítulos, el libro Picasso, las obras de su vida se organiza de forma cronológica para abarcar toda la trayectoria del artista, desde los trabajos de adolescencia hasta los últimos experimentos plásticos. Mediante esta distribución, el libro editado por Dosde permite distinguir las distintas etapas creativas de Picasso, incidiendo en la relación existente entre las obras y el contexto histórico y cultural de cada período.

Este recorrido por las obras de Pablo Picasso incluye más de 170 imágenes, entre las que se incluyen tanto fotografías históricas como imágenes de los cuadros originales. El libro ha sido realizado con certificaciones de color ISO, que garantizan que el color impreso es prácticamente igual a la obra original.

Asimismo, ha sido certificado por la Administración Picasso a través de Vegap, de forma que el rigor de su contenido queda acreditado. Una característica que también distingue al libro de Dosde centrado en las obras de Picasso en el museo de Barcelona.

Edición Visual

Picasso

  • Incluye contenido digital exclusivo
  • Hecho con papel que respeta el medio ambiente
  • Producto oficial licenciado
  • Multilenguaje: Publicado en 6 idiomas

Sobre el libro Picasso, las obras de su vida

Este libro profundiza en detalle en las obras que Picasso realizó a lo largo de su vida, recorriendo cada una de sus etapas creativas. A través de sus páginas se puede conocer la historia de los cuadros más importantes de Picasso y descubrir qué acontecimientos influyeron en la evolución estilística del pintor, considerado uno de los referentes ineludibles del arte contemporáneo.

Dividido en ocho capítulos, el libro Picasso, las obras de su vida se organiza de forma cronológica para abarcar toda la trayectoria del artista, desde los trabajos de adolescencia hasta los últimos experimentos plásticos. Mediante esta distribución, el libro editado por Dosde permite distinguir las distintas etapas creativas de Picasso, incidiendo en la relación existente entre las obras y el contexto histórico y cultural de cada período.

Este recorrido por las obras de Pablo Picasso incluye más de 170 imágenes, entre las que se incluyen tanto fotografías históricas como imágenes de los cuadros originales. El libro ha sido realizado con certificaciones de color ISO, que garantizan que el color impreso es prácticamente igual a la obra original.

Asimismo, ha sido certificado por la Administración Picasso a través de Vegap, de forma que el rigor de su contenido queda acreditado. Una característica que también distingue al libro de Dosde centrado en las obras de Picasso en el museo de Barcelona.

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Información adicional

  • Información adicional
  • Subtitle: Las obras de su vida
  • Peso (g): 500
  • Encuadernación: Rústica
  • Tamaño (cm): 16,5 x 20,5
  • Autor: Dosde
  • Páginas: 120
  • Edición: Edición Visual
  • idioma
  • Español
  • Inglés
  • Francés
  • Italiano
  • Alemán
  • Chino
  • isbn
  • 978-84-9103-107-9
  • 978-84-9103-108-6
  • 978-84-9103-109-3
  • 978-84-9103-110-9
  • 978-84-9103-111-6
  • 978-84-9103-112-3
  • código
  • 45-006-00
  • 45-006-01
  • 45-006-02
  • 45-004-03
  • 45-006-04
  • 45-004-07

Biografía de Picasso

Nacido en 1881 en la ciudad andaluza de Málaga, Pablo Ruiz Picasso es considerado el artista más influyente del siglo XX. A lo largo de toda su trayectoria, el pintor exhibió una inmensa capacidad creativa, que le permitió superar los límites de su tiempo y situarse al frente de las vanguardias.

Picasso ya demostró su desbordante talento para la pintura desde sus primeras incursiones en el medio, realizadas bajo la influencia paterna. Tras sumergirse en la escena bohemia de Barcelona, el artista se trasladó a París, la capital de la innovación cultural, donde halló las condiciones idóneas para explorar formas de expresión ajenas a la tradición pictórica.

Convertido en una celebridad por sus aportaciones a movimientos como el cubismo, Picasso se estableció durante sus últimos años en el sur de Francia. Fiel a su espíritu inquieto, el pintor continuó reinventándose hasta su muerte en 1973 en Mougins, dejando tras de sí un legado de valor incalculable que ha moldeado la visión de varias generaciones de artistas. Toda la trayectoria de este creador visionario es analizada de forma exhaustiva en los diversos libros de Pablo Picasso editados por Dosde.

Los primeros años

Picasso mantuvo una estrecha relación con el arte desde su infancia. Guiado por su padre –José Ruiz Blasco, un pintor de Málaga que trabajaba como profesor de la Escuela de Bellas Artes y como conservador del Museo Municipal–, el futuro artífice del cubismo enseguida se familiarizó con las técnicas elementales del dibujo y la pintura.

Su talento innato, sumado a su paso por las escuelas de Bellas Artes de La Coruña y Barcelona, le permitió dominar con soltura el lenguaje academicista propio de la época cuando todavía era un adolescente, tal y como reflejan las obras de Picasso de esos años, entre las que figura el óleo Ciencia y Caridad.

Tras asimilar todo lo que los profesores podían enseñarle, Picasso se sumergió en los ambientes bohemios de Barcelona, en los que entró en contacto con las corrientes artísticas más innovadoras. La irrupción de Picasso en la escena bohemia tuvo un reflejo inmediato en su obra. El pintor dejó atrás el realismo que había caracterizado a su etapa academicista para evolucionar hacia un lenguaje más espontáneo.

Siguiendo los pasos de sus compañeros más experimentados, en 1900 Picasso decidió viajar a París para impregnarse de las últimas tendencias artísticas, aprovechando que uno de sus cuadros había sido seleccionado para una muestra organizada en el marco de la Exposición Universal de aquel año.

Durante su primera estancia en la capital francesa, Picasso pudo observar el comportamiento de los personajes arquetípicos de la bohemia parisina. Todas esas experiencias quedaron reflejadas en algunas de las obras de Picasso más coloristas, como Le Moulin de la Galette y En el camerino, que denotaban la influencia de autores como Degas, Toulouse-Lautrec y Van Gogh, cuyos cuadros había visto Picasso en sus visitas a las galerías de la ciudad.

Del azul al rosa

Durante su segunda estancia en París, Picasso dejó atrás su entusiasmo inicial por los atractivos de la capital francesa para adentrarse en un período introspectivo. Atormentado por el recuerdo del trágico suicidio de su amigo Carles Casagemas, el artista malagueño desarrolló un nuevo estilo pictórico de marcado carácter melancólico que reflejaba fielmente su estado mental. El pintor hizo del color azul su principal seña de identidad, al mismo tiempo que fijó su mirada en los personajes excluidos por la sociedad.

Dotadas de una profunda carga simbólica, las obras de Picasso realizadas durante esa etapa quedaron impregnadas de sentimientos amargos como la desesperación y el desarraigo, que el artista conocía bien debido a la precaria situación económica en la que se encontraba por aquel entonces.

Cuando sus circunstancias vitales cambiaron, el pintor se fue desprendiendo de todo ese pesimismo para virar hacia un estilo más amable, dominado por los tonos rosas y las imágenes positivas. Las nuevas obras de Picasso seguían desprendiendo un sentimiento de melancolía, pero estaban despojadas del patetismo del período azul.

Asimismo, Picasso comenzó a introducir en sus composiciones a personajes del mundo circense, como los arlequines y los acróbatas, que el artista conocía bien gracias a sus frecuentes visitas al circo Médrano, situado a pocas calles de su estudio.

La revolución cubista

La obsesión de la pintura occidental por reproducir de la manera más fiel posible la realidad comenzó a ser cuestionada a finales del siglo XIX por varios artistas que preferían plasmar en sus lienzos una visión más subjetiva del mundo, en sintonía con una era marcada por las transformaciones sociales y los avances científicos.

Esa búsqueda de alternativas a las técnicas pictóricas imperantes desde el Renacimiento fue llevada al límite por Picasso, quien rompió de forma definitiva con la tradición mediante el cubismo, un estilo que permitía captar varios puntos de vista de forma simultánea.

La etapa cubista comenzó en 1907 con Les Demoiselles d'Avignon, que se convertiría en una de las obras más importantes de Picasso, y se prolongaría en los años siguientes con numerosos experimentos realizados en colaboración con el pintor George Braque.

Incomprendidos en un primer momento por la mayoría de sus compañeros, los revolucionarios experimentos del pintor malagueño supusieron un antes y un después en la historia del arte. El cubismo abrió un nuevo mundo de posibilidades, al mismo tiempo que estableció el rumbo de las vanguardias, al generar una reacción en cadena que propició la aparición de otros movimientos como el futurismo y el constructivismo.

La etapa clasicista

La Primera Guerra Mundial sumió a la sociedad europea en una situación tan caótica que al finalizar el conflicto bélico surgió una fuerte necesidad de restablecer el orden perdido. Ese anhelo por recuperar los valores desaparecidos durante la contienda también se trasladó al ámbito artístico.

El desarrollo de los movimientos vanguardistas se vio frenado y la búsqueda de la innovación constante fue reemplazada por el apego al equilibrio y la seguridad de las raíces clásicas del arte. Picasso también fue partícipe de esa tendencia.

Tras haber liderado la revolución cubista, durante el período inicial de la posguerra el pintor optó por renovar su lenguaje tomando como fuente de inspiración los modelos de la Antigüedad y el Renacimiento. El viraje hacia el clasicismo tuvo su plasmación en composiciones como Tres mujeres en la fuente y La flauta de Pan, obras en las que Picasso recuperó su interés por las figuras de contornos bien definidos.

Esa evolución se produjo al mismo tiempo que Picasso llevó a cabo sus primeras incursiones en el mundo del teatro, donde el artista estableció nuevas relaciones personales que le llevaron a adoptar un estilo de vida acorde con el rumbo que estaba tomando su obra.


Bajo el influjo surrealista

En la segunda década del siglo XX, la aparición del surrealismo revolucionó por completo la escena cultural parisina. Liderado por el poeta André Breton, este movimiento surgió como una alternativa positiva al dadaísmo, una corriente predestinada a desaparecer debido a su carácter destructivo, y estaba fuertemente influenciado por las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud.

Los surrealistas defendían la supremacía del mundo de los sueños y de los impulsos irracionales. Por ello, consideraban que los artistas solamente podían alcanzar la total libertad creativa si ignoraban los filtros impuestos por la razón y accedían directamente al inconsciente.

Guiado por sus ansias de experimentación, Picasso enseguida se interesó por el surrealismo, que le proporcionó nuevas herramientas para expresar sus preocupaciones. Aun así, el pintor malagueño evitó adscribirse formalmente al movimiento. De esa forma, pudo mantener su independencia y desarrollar su propia visión artística sin injerencias externas.

Esa autonomía se hace evidente en las obras que Picasso pintó a partir de 1925, entre las que figuran lienzos como La danza, una singular reinterpretación del tema de las Tres Gracias en la que el autor rompió radicalmente con el lenguaje clasicista de los últimos años. Picasso dotó a las figuras del cuadro de un aspecto macabro, retorciéndolas con una violencia inusitada.

La danza fue reproducida por André Breton en el cuarto número de La Révolution Surréaliste, editado en julio de 1925, en el que también se incluyó por primera vez una fotografía de Les Demoiselles d’Avignon. De esta forma, se visibilizó la afinidad existente entre Picasso y el surrealismo.

El expresionismo y la guerra

En 1936, después de que un grupo de militares conservadores se sublevara contra el legítimo Gobierno de la República, España se vio envuelta en una cruenta guerra civil. La contienda –que concluyó en 1939 con la instauración de un régimen dictatorial dirigido por el general Francisco Franco– supuso un anticipo de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto aún más sangriento que provocó la devastación de gran parte del continente europeo.

Esos dos episodios históricos marcaron profundamente a Picasso, tanto en el plano personal como en el artístico.

El pintor se involucró directamente en los acontecimientos y sus vivencias tuvieron un efecto inmediato sobre su obra. Las turbulencias de ese período se convirtieron en una poderosa fuente de inspiración para el artista, quien se propuso trasladar al lienzo toda su zozobra mediante composiciones de estilo expresionista, en las que Picasso demostró una vez más su habilidad para expandir sus horizontes plásticos.

De esa época data precisamente el Guernica, una de las obras de Picasso más conocidas. La pintura tuvo su origen en un encargo para el pabellón que iba a representar a España en la Exposición Internacional de París de 1937, y se convirtió en un símbolo universal del horror bélico. La fuente de inspiración fue el bombardeo del municipio vasco de Guernica, uno de los episodios más dramáticos de la guerra civil española.

El estilo Picasso

En el tramo final de su trayectoria, Picasso se instaló en el sur de Francia, donde la presión derivada de su inmensa popularidad era menor. El pintor malagueño se había convertido en una leyenda viva de la historia del arte, un hecho que amenazaba con eclipsar sus nuevos logros creativos.

Demostrando que su imaginación todavía no se había agotado, Picasso se consagró a su trabajo y siguió desarrollando su propio universo, completamente ajeno a las nuevas corrientes vanguardistas, como el informalismo y el expresionismo abstracto.

De esa forma, Picasso logró encadenar varias etapas creativas sumamente productivas en las que se liberó de cualquier corsé estilístico y experimentó con todas las técnicas a su alcance.

A ese período pertenecen los ciclos pictóricos basados en cuadros de los grandes maestros de la historia del arte, como Las meninas de Velázquez, Las mujeres de Argel de Delacroix y Le Déjeuner sur l’herbe de Manet.

Otras obras de Picasso destacadas de aquellos años son La Joie de vivre, elaborada durante una productiva estancia en Antibes, y los murales para el Templo de la Paz de Vallauris, en los que el artista dejó constancia de su compromiso político, explicitado en su afiliación al Partido Comunista francés.

La urgencia creadora del pintor se prolongó hasta los últimos años de su trayectoria, en los que Picasso se centró en las series basadas en un mismo concepto, recurriendo a un estilo espontáneo y repleto de vitalidad que sintetizaba su singular visión del arte.