Catedral de Santiago

¿Qué es la catedral de Santiago?

Ubicada en el municipio gallego de Santiago de Compostela, en el noroeste de España, la catedral de Santiago es un templo católico proyectado en la Edad Media para custodiar las reliquias del apóstol Santiago, uno de los discípulos predilectos de Jesucristo.

 

Debido a su dilatada historia, la catedral, uno de los centros de peregrinación más importantes del mundo, combina elementos propios del arte románico como el Pórtico de la Gloria, con detalles renacentistas y barrocos, entre los que destacan especialmente la fachada del Obradoiro y el botafumeiro, uno de los símbolos más populares de la catedral de Santiago.

 

La historia de la catedral de Santiago

Interior de la Catedral de Santiago de Compostela

 

En el siglo VIII la mayor parte de la península ibérica estaba bajo el dominio de los musulmanes, quienes, a través de las armas y los pactos con los gobernantes visigodos, habían tejido una red de influencia que llegaba más allá de los Pirineos. Los núcleos cristianos de resistencia al invasor se concentraron en el norte peninsular, desde donde el reino de Asturias encabezó un proceso de anexión de tierras que le permitió expandir sus fronteras hacia el este y el oeste.

 

La religión dotó de un sentido simbólico a esa política de reconquista de los monarcas asturianos, quienes contribuyeron al desarrollo de una red episcopal. Precisamente desde el obispado de Iria Flavia –junto a la actual Santiago de Compostela– llegó en el siglo IX la noticia del hallazgo de un mausoleo con los restos de Santiago, apóstol de Jesucristo. Para proteger las reliquias se edificó una iglesia, rápidamente sustituida por otra más grande que permitió dar respuesta a las primeras peregrinaciones y apuntalar la cohesión del territorio.

 

Sin embargo, el incremento del culto jacobeo obligó a proyectar un templo acorde con la importancia de las reliquias. Así, en el año 1075 comenzaron las obras de la catedral de Santiago, una construcción indisociable de la trama urbana circundante y de las infraestructuras que conectaron la Península Ibérica con el resto de Europa.

 

La fachada del Obradoiro

Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela

 

El frente occidental de la catedral de Santiago es una obra maestra de estilo barroco que recibe el nombre de la gran plaza contigua en la que se ubicaban los talleres de los canteros del templo. Su autor, el arquitecto Fernando de Casas Novoa, inició en 1738 la construcción de una nueva fachada que evitara la degradación que estaba sufriendo el Pórtico de la Gloria.

 

La intervención en la fachada de la catedral de Santiago se materializó en un cuerpo central de diseño piramidal con grandes ventanales que se unió a las dos torres ya existentes para formar un conjunto simétrico. A través de la profusión ornamental, Casas Novoa subrayó el carácter ascensional de su obra, al que también contribuyeron las columnas de orden corintio y el estrechamiento progresivo tanto del cuerpo central como de las torres de la catedral compostelana.

 

La fachada de Platerías

Fachada de Platerías de la Catedral de Santiago de Compostela

 

La fachada de Platerías –que debe su nombre a los artesanos ubicados en la plaza que fabricaban piezas de plata– es la única de origen medieval que conserva la catedral de Santiago de Compostela, aunque diversas intervenciones en su ornamentación alteraron su aspecto inicial. La portada se edificó entre 1103 y 1117 en el marco del programa constructivo trazado por el arzobispo Diego Gelmírez, quien tuvo su palacio en el flanco meridional de la catedral.

 

De esta forma, la fachada actuó como un nexo con el poder episcopal, además de ser el espacio en el que se celebraban los juicios capitulares. El conjunto se estructura a partir de una doble puerta abocinada con arcos de medio punto y un friso superior –que, como los tímpanos, está profusamente decorado–, mientras que dos ventanas con arcos lobulados presiden el segundo nivel de la fachada.

 

La torre del Reloj

Situada en la intersección de las plazas de Platerías y de la Quintana, la torre del Reloj fue uno de los primeros elementos que alteraron la homogeneidad de la catedral de Santiago de Compostela. El desarrollo de los barrios anexos al flanco sur del templo propició en el siglo XV la construcción de una torre que, además de subrayar la presencia del templo en el entorno urbano, permitió acomodar una campana regalada por el rey francés Luis XI.

 

Entre 1676 y 1680 el arquitecto Domingo de Andrade llevó a cabo la remodelación de la torre del Reloj de la catedral, y enlazó la estructura medieval con un tramo porticado de base cuadrada profusamente decorado que a su vez conecta con un prisma octogonal sobre el cual se asienta la cúpula con la linterna que se enciende en los años santos.

 

La fachada de la Quintana

Fachada de la Quintana de la Catedral de Santiago de Compostela

 

Con el objetivo de ocultar los absidiolos que conferían un aspecto irregular a la cabecera de la catedral medieval, el canónigo José Vega y Verdugo impulsó en el siglo XVII la construcción de un cierre uniforme. De este modo, el arquitecto José Peña de Toro inició en el año 1658 las obras para cerrar de forma uniforme el templo, construyendo los muros de piedra que forman la fachada y la cúpula elevada sobre el cimborrio.

 

Tras la culminación de la reforma a cargo de Domingo de Andrade, este sector de la catedral de Santiago se convirtió en un conjunto barroco organizado en dos lienzos diferenciados –en los que destacan la Puerta Real y la Puerta Santa– que forman un gran vestíbulo de bienvenida a la catedral compostelana.

 

La fachada de la Azabachería

Conocida inicialmente como puerta del Paraíso, la fachada norte de la catedral de Santiago había sido desde un inicio la más transitada, ya que ahí desembocaba la ruta de peregrinación francesa. Sin embargo, en 1758 el cabildo decidió derribar la portada románica de la catedral y encargar una nueva al arquitecto Lucas Ferro Caaveiro, que inició las obras en estilo barroco para ser sustituido poco después por Domingo Lois Monteagudo, elegido por la Academia de Bellas Artes con el objetivo de introducir recursos neoclásicos en el diseño.

 

Dividida en tres pisos, la fachada resultante –conocida popularmente como Azabachería, por la presencia de artesanos del azabache en la plaza– se distinguió del resto de la catedral compostelana gracias a su carácter grecorromano, subrayado por las columnas dóricas del nivel inferior y la presencia de frontones y medallones decorativos.

 

El Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago

El 23 de febrero de 1168 el rey Fernando II de León hizo constar por escrito que el maestro Mateo –del que se desconoce su origen– recibiría una generosa pensión vitalicia para que concluyera el tramo occidental de la catedral de Santiago. El privilegio obtenido por el arquitecto se correspondió con la complejidad de la obra, ya que la pendiente del terreno obligó a plantear una solución basada en tres niveles bien diferenciados.

 

Con el objetivo de salvar la inclinación, se proyectó una cripta, una estructura inédita en la arquitectura gallega de la época y sobre la cual se edificó el Pórtico de la Gloria, formado por tres arcos abocinados –uno por cada nave de la catedral– decorados con esculturas alegóricas. Por último, en el nivel superior se finalizó la prolongación de la tribuna y se construyó una bóveda que permitió completar las ideas contenidas en la cripta y la portada.

 

El interior de la catedral

Escaleras del camarín de la Catedral de Santiago de Compostela

Escaleras de acceso al camarín donde se encuentra la escultura de Santiago

 

Proyectada como el mayor templo románico de la Península Ibérica, la catedral de Santiago se organiza a partir del esquema de la planta de cruz latina, con dos brazos entrecruzados. El principal, de 97 metros de longitud, va de oeste a este y dirige la visión de los fieles hacia la cabecera –en alusión al camino desde lo terrenal a lo divino–, mientras que el transversal va de norte a sur.

 

En la intersección de los dos brazos –cada uno de ellos dividido en tres naves– se ubica el altar mayor, rodeado por una girola. Con esta estructura, la catedral compostelana pudo dar respuesta al flujo de peregrinos y, al mismo tiempo, crear un escenario adecuado para el rezo.

 

El claustro de la catedral

Iniciada en 1521 por orden del arzobispo Alonso III de Fonseca, la construcción del claustro de la catedral de Santiago –proyectado sobre una galería dañada en el siglo XV por una serie de revueltas populares– recayó en el arquitecto Juan de Álava, para pasar después por las manos de Rodrigo Gil de Hontañón, Juan de Herrera y Gaspar de Arce.

 

Pese a esta autoría compartida, el recinto mantiene una gran unidad en sus cuatro alas, estructuradas a partir de amplias arcadas y cubiertas por bóvedas estrelladas que entroncan con el origen medieval del edificio.

 

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